domingo, 24 de febrero de 2008

La Lima que los periodistas llevamos en la barriga

Todo periodista que se digne de ser sadomasoquista sufre gastritis, el grado es directamente proporcional al tiempo que lleve en este negocio, así que inspirada en las gastronómicas líneas (y astronómicas formas) de mi amigo Gastón (Gaviola, no Acurio), he decido compartir con ustedes, mis hambrientos lectores, aquellos huequitos que sólo los periodistas sadomasoquistas con estómagos encallecidos conocemos, sabores interesantes, distintos, y lo principal, al alcance de nuestros bolsillos. Como diría Gastón (Acurio, no Gaviola) ¡UHMMMMMMM, Buenazos!

Una mano en el micrófono y la otra en el estómago, intentando contener sus reclamos, son las 8 de la mañana, la hora del desayuno otra vez me sorprendió en medio de una comisión; me grita, se retuerce, se resiente, se me rebela, y si no lo atiendo entra en huelga y no me trabaja en varios días. Cuando me desperté tuve que tomar una difícil decisión, prepararme un pan con cualquier cosa o llegar a tiempo al canal... Bueno, ahí estaba yo de pie escuchando las declaraciones de un ministro panzón, y soportando estoicamente el dolor mientras mis jugos gástricos se encargaban de las paredes estomacales por falta de bolo alimenticio.

Para aplacar esos ardores, la lista de mis lugares favoritos.

1. Cualquier emolientero de esquina.

2. Ahora si me pongo un poco más quisquillosa y si el tiempo y la distancia me lo permiten me voy al Mercado de Palermo en La Victoria, a tomarme una refrescante agua de loco y las famosas yuquitas fritas dulces.

3. Si estoy con plata, pan con chicharrón en al costado de IRTP en Santa Beatriz, y con su cafecito.

4. A media mañana y con este sol, siempre se nos antoja un cebichito, fresco, recién echecito, y como ni mi paladar ni mi estomago son exigentes, Pota a 1 sol en carretilla.

5. Pero si es fin de mes, en la cebichería Géminis a un costado de la fabrica D’onofrio en la Av. Colonial jamás falta cariño para quien muestra su fotocheck.

6. Jesús María también tiene un huequito muy respetable en el Mercado San José, entrando por el pasaje, la cebichería de Mochi, sus conchas negras son de las mejores.

7. Y cuando el calor arremete, algo que siempre nos baja la temperatura son esas riquísimas y variadas cremoladas de la Av. Tingo María frente al Hospital de Ojos.

8. Algo más populares son las raspadillas de Garibay en la Av. Las Américas llegando a la Vía Expresa en La Victoria. (ATV dice que el hielo que usa es malo)

9. El almuerzo también suele ser un momento muy complicado, es un milagro si alguna vez podemos sentarnos con tranquilidad en algún restaurant o cafetería al mediodía, la angustia es rápidamente aplacada, mi lugar favorito el Todo x 3, bueno ese no es su nombre pero así cuesta un buen plato de comida en la bodega del cruce de las calles Mariscal Miller y Manuel Gómez en Jesús María.

10. También, cuando la locura de la dieta me asalta, suelo visitar la barra de ensalada de todos los Metro que estén en mi camino

11. Y finalmente, una esquina que descubrí hace poco en Comas, C H A N F A I N I T A, en el cruce de Túpac Amaru con Puno, frente al Colegio Obrero.

Quizás la lista no sea muy larga, seguro que habrá muchos otros lugares tanto o más interesantes. ¿Qué otros me recomiendas?

viernes, 8 de febrero de 2008

BITACORA DE VIAJE III

...Última parte, la trilogía está completa.





Washington, 17 de setiembre de 2007


Querido Diario:

Ya estuvo bueno, ya conocí los monumentos a Washington, a Jefferson, a Roosevelt, los museos smithsonianos, el Capitolio, la Casa Blanca, el Jardín Botánico, la escalera de El Exorcista, la cabeza de Darth Vader en la Catedral, y muchos otros lugares de interés aquí en el Distrito de Columbia gracias a mis solícitos padres, pero creí necesario moverme por mí misma, así que Diario, decidí ponerle fin a tanta ceremonia.

Estaba muy nerviosa Diario, quién era yo, una reporterita que es a las justas conocida por alguno que otro, y quien era él, nada menos que el Director de Telemundo Washington DC edición hispana, y su número de su celular personal estuvo en mi agenda desde varios días antes de mi viaje, me lo había dado mi jefe, y con muchas recomendaciones, pero cobarde yo no me decidía a llamar.

Pero lo hice, y como lo esperaba, me contestó en español; luego de las presentaciones de rigor, le expliqué sin reparos lo que quería, pasar un día entero con un equipo de televisión y conocer cómo se hacía el noticiero. Supongo que le habré caído en gracia, o que las recomendaciones de mi jefe hicieron efecto, la cosa es que aceptó. Y heme aquí Diario, sentada en una computadora de la redacción de Telemundo Washington DC.

Te confieso que me sorprendió el tamaño de la producción, pequeña, y aún así capaz de sacar al aire un noticiero de 30 minutos. Creo que no había más de 10 personas, y lo curioso Diario, es que la mayoría de esas personas eran peruanas. En Lima somos UN HUEVO, cada uno haciendo una sola cosa, pero en este equipo por ejemplo, solo había dos reporteros, a una la vi escribir su informe, luego cargar sus imágenes en una computadora, grabar su locución, y editar todo el paquete completo y dejarlo listo para ser emitido. Y eso no fue todo Diario, durante la emisión del noticiero, era la encargada de controlar el teleprompter (esas letritas que lee la narradora), ¡Vaya, qué pulpo!

El otro reportero además de hacer su informe, traducía otras notas que llegaban en inglés, y las reeditaba, y el camarógrafo salía en la calle en la mañana y en la noche también lo hacía en el estudio de televisión. El director me dijo que todos habían aprendido a hacer de todo precisamente porque, me explicó, al ser la división para D. C. del gigante Telemundo Nacional, siempre serían un grupo pequeño, el David que dependía del Goliat.

Hice buenos amigos Diario, me llevé muy bien con el reportero Salvadoreno y con mi compatriota el camarógrafo peruano, ellos resolvieron aquellas dudas tormentosas que surgieron desde el primer momento que puse un pie en esta ciudad. Claro, también tuve que darles algunas explicaciones, resolver las mismas preguntas que me hicieron esas tías horrendas del té de la vez pasada, pero a cambio yo también obtendría algunas respuestas.

Yo suponía que la idiosincrasia norteamericana era igual de pacata que las señoras agringadas, pero Diario, acá también tienen a su Laura Bozzo, y se llama Jerry Springer, o sea la cochinadita les gusta. El problema es que los periodistas no están autorizados a saciar el morbo, al menos no con la misma inmediatez con la que lo hacemos los lorchos.

Diario, una de las tantas prohibiciones que tiene el Gobierno Norteamericano es escuchar las conversaciones de la policía, es un delito federal, por eso es muy raro que un medio de comunicación se entere de un hecho policial en el mismo momento en que éste ocurre, generalmente es varias semanas después, cuando ya se ha resuelto y la policía informa de los resultados de la investigación: no hay imágenes de muertos frescos baleados, en su lugar sólo se muestra el pedazo de acera inmaculado de sangre en donde probablemente cayó abatido.

Y nosotros Diario, los periodistas peruanos scannerdependientes, enfermos del aparatito ese al que un pobre y triste sujeto debe vivir enmarrocado, tratando de descifrar entre clave y clave algo interesante, no importa que sea lo que diga el despachador mientras tenga tufillo sanguinolento, contando cuántas unidades de rescate se envían y aplicando la regla matemática de la proporcionalidad "a más bomberos, más muertos".

Mis nuevos amigos me contaron que a veces logran llegar a la escena, una vez fueron los primeros en llegar a la casa donde ocurrió el crimen de una familia hispana, y aún así se encontraron con la clásica cinta amarilla de la policía rodeando la vivienda a unos 50 metros a la redonda, nadie estaba autorizado a cruzar, y ¡ay! de aquel que se atrevía Diario, además entre colegas se respetan, nadie intenta ganarle el vivo a nadie pues sería relegado inmediatamente.

Para compensar la censura, el responsable del grupo de rescate, pone un podio en la puerta de la casa, (¿De dónde lo saca? No lo sé) y todos muy ordenaditos instalan sus trípodes al frente, a la espera de una conferencia de prensa; sale el tipo, lee un pronunciamiento, contesta un par de preguntas y se va. Eso fue todo. No hay testigos porque no se puede tocar de buenas a primeras las puertas y molestar a los vecinos, no hay declaraciones de los familiares ni fotos a menos que ellos lo deseen, nada. El crimen de la familia hispana ocupó apenas 45 segundos del noticiero.

Diario, ¿Qué hubiera hecho un periodista cholo en este caso? Se pasa la cintita amarilla por... encima de la cabeza, empuja la puerta, graba el cuerpo, le hace un ZOOM IN a la herida de bala, se roba un par de álbumes, el vídeo de su último cumpleaños, busca a los vecinos chismosos y si no quieren hablar los graba con la cámara escondida, y si quiere hacerse el exclusivo, aplica la vieja y en realidad muy mal vista estrategia del "secuestro", al mejor estilo del "Cholo Jacinto", el periodista se lleva a un familiar de la víctima en contra de la voluntad de sus colegas, lo esconde un par de días, le saca toda la información que el rating hace posible, le ofrece ayuda, quizás le cumple, y luego de haberlo exprimido al máximo, lo abandona a su suerte, los demás gallinazos devorarán lo poco que quede.

A medida que les revelaba nuestros métodos, sus rostros iban cambiando de expresión, de un ¡oh! a un ¡ah!, y de un ¡aj! a un ¡pof! Y después de lo que ellos me contaron no era difícil deducir su comportamiento en situaciones menos encarnizadas. Diario, acá en Gringolandia ningún reportero osaría gritarle a una autoridad a la distancia tratando de llamar su atención para que le conceda una entrevista, si el sujeto pasó y no habló, que pena.

Nunca en los pasillos de la Casa Blanca podría escucharse un "¡PRESIDENTEEEEEEEEEEE!" como solemos vociferar los periodistas cholos; estoy segura que si yo me atreviera a levantar mi micrófono por encima de los miembros de la seguridad (suponiendo que los alcance), de nada me serviría mi condición de fémina, igual acabaría expulsada varios metros, y con mi dulce y angelical rostro estampado en el frío y duro mármol.

Sin duda Diario, fue una visita muy agradable, y muy provechosa, me hubiera encantado hacerla en un día algo más ajetreado, pero valió la pena. Ahora ya puedo dejar este país satisfecha, y te prometo Darito que al volver a Lima, compartiré esta experiencia con todos mis colegas, bueno, con aquellos que quieran escuchar.

Pamela