martes, 13 de noviembre de 2007

It's just one of those days

Sí, sí, sí, ya sé que me dirán que mejor me rinda y cambie de profesión, pero todo lo que narro a continuación es una realidad y muchos amigos con los que he conversado no me dejarán mentir. Es parte del encanto de ser periodista, espero no deprimir o decepcionar a algún futuro colega.




La alarma de mi celular suena todos los días a las 5 y 30, luego a las 5 y 40, a las 6, a las 6 y 10, si es que ya tengo todo listo, vuelvo a programarlo para las 6 y 20, lo hace con una canción muy linda de Limp Bizkit (si no me ha fallado el link, la deben estar escuchando ahora mismo) que resume todo lo que siento una vez que pongo un pie fuera de la cama.

No tengo apuros en llegar, mientras camino hacia el paradero de la avenida Javier Prado trato de imaginar que clase de muerto, accidente, crimen o violación me deparará el día; y ya en la coaster que me lleva por toda la avenida Arequipa pienso si habrá valido la pena ponerme los zapatos marrones que me costaron 140 soles en Ripley con la esperanza que no me toque cubrir algún incendio.

Suele ser lo mismo, y a veces no hay mucho que pensar, confieso que tengo en mi computadora varias plantillas y sólo es cuestión de cambiar nombres, motivos y lugares. Es difícil ser creativo cuando a penas se tiene dos minutos para contarlo todo, difícil pero no imposible, he tenido algunos grandiosos momentos de luz que le dieron el empujo a mi ánimo profesional justo cuando empezaba a flaquear, sin ellos quizas no hubiera seguido como alguien por ahí dijo, atravesando el valle de lágrimas.

La hora de entrada no me interesa tanto como la de salida, sabrán que para un periodista que, irónicamente puede defender para otros la jornada de 8 horas, eso no existe. Llego cuando ya debí irme y cuando me voy ya es muy tarde, no hay maestrías, ni diplomados, ni un cursito al que se pueda llegar a tiempo, bueno a veces tampoco hay sueldo que pueda pagarlo. Y algunos colegas menos académicos lamentan que tampoco haya fuerzas para unas chelitas después de la chamba.

Yo, con seguridad, pararé el primer taxi que pase y pagaré lo que sea que pida el taxista con tal de llegar rápido a casa, almorzaré a eso de las 7 de la noche y quizás vea algo de televisión, pero estaré tan cansada que talvez no alcance a ver mi propio noticiero, y cuando menos lo espere, esa linda canción de Limp Bizkit volverá a sonar.