sábado, 12 de enero de 2008

BITACORA DE VIAJE II

... Continuación de la serie anterior.




Washington, 10 de setiembre de 2007

Querido Diario:

En estos días he descubierto cuán aburridos pueden ser esos tés de tías a los que mi mamá suele ir, más por obligación que devoción, pues también he descubierto que ella se aburre lo mismo. Por alguna razón a estas mujeres les vacila demasiado que yo trabaje "en la tele", me hacen preguntas estúpidas que debo responder con una sonrisa para no hacerlas sentir mal. No puedo abandonar ese karma, cada vez que alguien que no es del medio se entera que soy reportera de televisión, hacen lo mismo "¿Conoces a Raúl Romero?" "Mándale saludos a Federico" "¿Tienes pases para Teatro desde el Teatro?", es verdaderamente, insufrible.

Sin embargo, estas señoras, ya muy aclimatadas a la vida gringa, me hicieron sentir especialmente mal, y no es que tuvieran la intención. Simplemente supieron advertir, desde sus ópticas amoldadas, lo que yo y muchos de mis colegas secretamente lamentamos, DEMASIADA SANGRE. Sí Diario, estas tías agringadas sabían perfectamente de aquel hombre de San Juan de Lurigancho que había violado y embarazado a su hija de 13 años, del último taxista asesinado, y del caso de la adolescente que se suicidó por repetir el año. Diario, yo no sabía, pero aquí en Washington, la capital de los Estados Unidos, también se ven programas de televisión peruanos.

Sin duda es una bendición para los inmigrantes, tener un medio para estar informados sobre lo que sucede en sus países de origen, y no perder el contacto con ellos, y debería ser un honor para mí, es decir, me ven por Cadena Sur, soy de alguna forma internacional. PERO NO DIARIO, NO. No me siento orgullosa de mostrarles nuestras miserias a los gringos, menos de recordárselas a los peruanos. A partir de ahora, te lo prometo Diario, tomaré en cuenta que mi chamba, además de mi casera del mercado y mi abuelita, también es vista en el extranjero.

Los comentarios de estas tías fueron dolorosamente ciertos, a quién le interesa saber en qué colegio estudiaba el atropellado, o si tenía buenas notas, qué diferencia hace el número de hijos que deja en la orfandad, o cuáles fueron las últimas palabras que le dijo a su esposa antes de salir a trabajar. Nada de eso importa sino que murió, ya no está, se fue, es una lástima, y lo siento por su familia... la vida continua Diario, y el té de las tías también, falta el postre.

Fue inútil, lo intenté, pero las señoras eran muy insistentes, y no pararon hasta hacerme reflexionar... aún puedo recordar esas voces chillonas: "Ay hijita, tú que eres tan linda ¿Qué haces rodeada de tantos muertos?", "¡Qué horror! si no quiere hablar porqué la persiguen, ¡Pobre chica!", "¿Y es necesario poner cuando se desamaya?, ¡Si está tan adolorido, ay que pena!"

Mi madre me lo advirtió, pero yo le hice caso?, NO. Te lo juro Diario, que yo sólo quería un jugo de naranja, y acabé recibiendo un café bien cargadito.

Ya no me pude resistir, lo había estado evitando a propósito; total, son mi vacaciones, me lo merezco, pero esa misma noche lo hice, sucumbí a la tentación empujada por el bombardeo que recibí más temprano; y aún herida, me senté frente al televisor. Diario, el último y mortal misil acabé lanzándomelo yo misma. Las viejas agringadas tenían razón.

Qué decepción Diario, qué decepción, mi mundo, y ese escudo insensible que forjé en más de 5 años como periodista, se vinieron abajo.

Ahora empiezo a entender porqué para los periodistas estadounidenses, estas noticias son intrascendentes.

Pamela