Carmen Pichilingue no ha dejado de llorar desde que el jueves, le confirmaron la muerte de su hijo, el Capitán del Ejército Fernando Suarez Pichilingue, al mando de una patrulla de jovenes soldados que como él, perdieron la vida en una cobarde emboscada terrorista en el VRAE.
Fernando, de 31 años, ya tenía 4 en la zona de emergencia, el Vizcatán, aquella que tanto nos aseguraron nuestras autoridades que ya estaba bajo el dominio del Estado, y que este fin de semana, nos demostró cuán ciegos estaban.
La emboscada no podía producirse en el momento más justo, la reciente condena al ex presidente Alberto Fujimori a 25 años por - según el fallo - haber encabezado una política criminal para combatir el terrorismo. Juan Sheput, ha asegurado que lo ocurrido le cae como anillo al dedo a los fujimoristas, y hasta sospecha de que se trataría de un psicosocial. Sin embargo, el dirigente de Perú Posible, y muchos de los que celebraron la sentencia y que también opinan como él, deberían considerar que una emboscada no es algo que se prepara de la noche a la mañana, que las columnas senderistas alistan el terreno con anticipación y esperan días, incluso semanas, hasta que puedan cumplir su objetivo. Es arriesgado insinuar que el ataque se improvisó, solo días después del fallo.
Hasta ahora se cuentan 14 muertos, pero sin duda son más si sumamos a los desaparecidos, porque, como dice Jaime Antezana, esta es una nueva forma de terrorismo, más brutal, que actúa en complicidad y con la logística del narcotráfico, que no reconoce que incluso en la guerra, existen reglas. Ellos no toman prisioneros, ellos matan y roban armas.
Y mientras unos dicen que la matanza es una cortina de humo, otros aseguran que es el manotazo de un ahogado, un Sendero Luminoso ahogado por la certera contraofensiva del Gobierno. Creo que por tratar de mantener la calma entre la población, lo único que el Presidente del Consejo de Ministros Yehude Simon consigue con estas declaraciones, es tapar el sol con un dedo... dos, si contamos el que también pone el Ministro de Defensa Antero Flores Araoz.
Hay que admitir, no obstante, que el problema no solo es político, también es militar, pero no hablo de recursos, de estrategias, de preparación, sino de simple sentido común. Suárez, como lo ha dicho su madre, tenía 4 años en el Vizcatán, un exceso. Cualquier militar sabe que demasiado tiempo en un lugar propicia la rutina, la costumbre, la confianza. Quizás nuestros soldados sí estaban preparados, sí tenían las armas, pero asumieron el patrullaje como una tarea del día a día, y les costó caro.
Las autoridades deben asumir con valentía la lucha contra el terrorismo, y reconocer que ésta no terminó con las recomendaciones de la Comisión de la Verdad. Tacharlo de psicosocial, de remanente, menospreciar su accionar, es muy peligroso, la historia ya nos ha dejado una lección escrita con sangre. A menos que estén esperando otro Tarata. La violencia terrorista aún existe. ¿Quién contará la verdad del capitán Suárez y sus hombres dentro de 20 años?
Fernando, de 31 años, ya tenía 4 en la zona de emergencia, el Vizcatán, aquella que tanto nos aseguraron nuestras autoridades que ya estaba bajo el dominio del Estado, y que este fin de semana, nos demostró cuán ciegos estaban.
La emboscada no podía producirse en el momento más justo, la reciente condena al ex presidente Alberto Fujimori a 25 años por - según el fallo - haber encabezado una política criminal para combatir el terrorismo. Juan Sheput, ha asegurado que lo ocurrido le cae como anillo al dedo a los fujimoristas, y hasta sospecha de que se trataría de un psicosocial. Sin embargo, el dirigente de Perú Posible, y muchos de los que celebraron la sentencia y que también opinan como él, deberían considerar que una emboscada no es algo que se prepara de la noche a la mañana, que las columnas senderistas alistan el terreno con anticipación y esperan días, incluso semanas, hasta que puedan cumplir su objetivo. Es arriesgado insinuar que el ataque se improvisó, solo días después del fallo.
Hasta ahora se cuentan 14 muertos, pero sin duda son más si sumamos a los desaparecidos, porque, como dice Jaime Antezana, esta es una nueva forma de terrorismo, más brutal, que actúa en complicidad y con la logística del narcotráfico, que no reconoce que incluso en la guerra, existen reglas. Ellos no toman prisioneros, ellos matan y roban armas.
Y mientras unos dicen que la matanza es una cortina de humo, otros aseguran que es el manotazo de un ahogado, un Sendero Luminoso ahogado por la certera contraofensiva del Gobierno. Creo que por tratar de mantener la calma entre la población, lo único que el Presidente del Consejo de Ministros Yehude Simon consigue con estas declaraciones, es tapar el sol con un dedo... dos, si contamos el que también pone el Ministro de Defensa Antero Flores Araoz.
Hay que admitir, no obstante, que el problema no solo es político, también es militar, pero no hablo de recursos, de estrategias, de preparación, sino de simple sentido común. Suárez, como lo ha dicho su madre, tenía 4 años en el Vizcatán, un exceso. Cualquier militar sabe que demasiado tiempo en un lugar propicia la rutina, la costumbre, la confianza. Quizás nuestros soldados sí estaban preparados, sí tenían las armas, pero asumieron el patrullaje como una tarea del día a día, y les costó caro.
Las autoridades deben asumir con valentía la lucha contra el terrorismo, y reconocer que ésta no terminó con las recomendaciones de la Comisión de la Verdad. Tacharlo de psicosocial, de remanente, menospreciar su accionar, es muy peligroso, la historia ya nos ha dejado una lección escrita con sangre. A menos que estén esperando otro Tarata. La violencia terrorista aún existe. ¿Quién contará la verdad del capitán Suárez y sus hombres dentro de 20 años?