Nadie se involucra, es verdad... y es una lástima...
Normalmente no escribo sobre cosas personales, porque la temática de este blog es otra, pero creo que debo compartir lo que viví el viernes por la tarde en el centro de Lima... Me robaron, fui vilmente asaltada por un maldito delincuente que osó introducir su asquerosa mano en el bolsillo de mi casaca y sacar mi celular... quizás me lo merecía por no haberlo protegido lo suficiente sabiendo que caminaba por la avenida Abancay, terreno harto conocido por sus peligrosidad. Sin embargo, tenía dos opciones, podía escoger entre quedarme a llorar por mi pérdida o reaccionar, y yo escogí reaccionar... pensé en cuánto me había costado ese celular, y no iba a dejar que ese tipejo se lo llevara así de fácil... corrí, como nunca pensé que las piernas me lo permitirían, y como tampoco lo pensó el choro... no lo alcancé, estuve muy cerca, tanto que el sujeto se dio por vencido, se dio la vuelta y me lanzó el celular, tuve que agarrarlo en el aire... no está demás decir que en mi alocada carrera por entre los carros gritaba desaforadamente por ayuda, porque alguien lo detenga, porque quién sea se me uniera en la persecusión, pero nadie reaccionó, solo observaron atónitos como una menuda chica podía correr tan rápido como para alcanzar a un entrenado ladrón... Cuando volví a la esquina en la que esperaba mi taxi, mi madre estaba llorosa, recriminándome mi actitud, que un celular no valía el riesgo, que el tipo pudo haberme hecho algo malo, y es verdad... el riesgo hubiera sido menor si alguno de los muchos mirones me hubiese ayudado, hubiese intervenido, y entre todos, detenido al ladrón, y dado una gran lección de solidaridad... yo reaccioné como me dictó mi conciencia cívica, me hubiera gustado que el sujeto acabara aunque sea 24 horas en una carceleta de comisaría, me conformo con que no se salió con el gusto de llevarse mi celular.
Nadie se involucra, es verdad... y es una lástima...